LOS ÁNGELES DEL ARROYO 1463
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de pagar sus deudas, como decía un escritor festivo, ya
muerto para desdicha de las patrias letras, hablando de ese
adagio y del «Padre nuestro».
Todavía, al cabo de diez años, se recuerda en Buenos
Aires la suntuosa bad: de la Golfini con el vizconde de
Benadalid, hijo «indubitable» del duque de Torremolinas.
Cuanto puede desplegarse de suntuosidad en una boda,
se desplegó en la de aquella que Buenos Aires había ad-
mirado, y aplaudido, y agasajado.
Fué una boba regia.
Dos días después, la compañía Alfieri se embarcaba
para Europa, y el trasatlántico que conducía a los turistas
hacía rumbo hacia el Cabo de Hornos, para seguir su viaje
a San Francisco de California.
Sólo de la compañía faltaban el <aifa» y el «omega»,
la primera dama y el comparsa Ruperti, trastormado en
mayordomo de los vizcondes de Ben.dalid.
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