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1486 LÓS ÁNGELES DEL ARROYO
la soga al cuello, y de un enamoramiento radio hace
un dogal para toda la vida.
—Supongo que no lo dirás por el que te Pen echado
casándote conmigo, porque hombre que viva en mayor li-
bertad que tú, dificulto que lo haya. Yo no te impido
nada de lo que quieras hacer...
—Bueno, señores... Me parece que estas quejas o re-
criminaciones conyugales—dijo Alvaro — deben dejarse
para el gabinete íntimo solamente, y también estimo que
nadie debe intervenir en sernejantes discusiones como en
nada de lo que afectar puede al pasado, presente o futuro
de cónyuges o amantes. El que se mete a mediador o a
consejero, en pro o en contra de lo que cada uno de los
cónyuges o amantes opinan, es el que va perdiendo.
—Lo mismo creo, querido...—dijo Arturo,
—Pues hablemos de otra cosa—añadió la anciana du-
quesa, quien, según su costumbre, había permanecido si-
lenciosa durante aquella discusión,
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