Full text: Tomo segundo (002)

LOS ANGELES DEL ARROYO 1489 
teras, enamorado como un cadete de una planchadora... 
Vamos... no hablemos más, no hablemos más de eso... 
Me causa hasta rubor el recordarlo. 
—-Eso no dice más sino que no es una garantía de se- 
riedad, ni de moralidad, el profesar principios religiosos, 
políticos y sociales, estrechos como el cañón de una es- 
copeta, porque a lo mejor se sale toda la carga por la cu- 
lata y le desfigura a uno toda la fisonomía moral que ga- 
llardamente lucía, y ostentándola podía afearse la conduc- 
ta de los demás, como tu padre lo hacía con la mía. 
—¡Quién lo había de decir, tío! 
—Yo era soltero, no tenía que responder a nadie de 
mis actos, gastaba de lo mío, a cuenta de lo que había de 
heredar de mi padre, y no sufrí de César más que conti- 
nuas diatribas, y recriminaciones, y llegó el caso hasta de 
indisponerme con mi padre. El parecía un sensato y yo 
un loco o un malvado... y... en fin, paz a los muertos... 
No hablemos más de eso. 
—Sí; no hablemos; pero yo hubiera preferido que Ri- 
cardo se hubiese fijado en otra mujer de nuestra clase, 
—Ella parece una muchacha honrada y que le quiere. 
—No dudo de su honradez y del cariño que tenga a mi 
hermano; pero ¿podemos dudar que es de familia humil- 
de y muy distinta de nuestra clase? 
-—Sin duda, Alvaro. Pero mira: tú tienes, aunque con 
otro carácter y otra índole que tu padre, muchos de sus 
prejuicios, de sus preocupaciones. 
Tú no eres como Ricardo y como yo; hombre de tu 
época, todavía te fijas mucho en la diferencia de clases, 
Va eso empieza a abolirse, querido Alvaro. Se casa uno 
Tomo Il 187
	        
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