ARROYO
Samba la alteración de la paz un día en que doña
Eulalia, como de costumbre, después que almorzaron
los tres tos dijo a Camila.
Vendrás a peinarme al cuarto de tocador, Camila.
La ex doncella no contestó.
Pero pasó un cuarto de hora, y media, y una y Ca-
mila no parecía.
Salió doña Eulalia de sus habitaciones para ver en
qué consistía la tardanza de su nuera.
Estábase ésta peinando en su gabinete cuando entró
doña Eulalia y la dijo con su acostumbrada dulzura,
propia de una verdadera señora:
Hija mía... te he estado esperando, pero ya veo
que estabas ocupada... Quiero decir que cuando tú
contestó Camila, medio volviéndose en
su As
—Digo que cuando acabes pasarás a peinarme a mi
—Pero... ¡qué! ¿No ha venido aún?
¿Qu ¿n)
a peinadora que he mandado venir para que la
peine a usted todos los días...
—¡Ah! ¡Una.. . peinadora!
—S1, señora. Caño yo me sé peinar sola, y toda la
vida lo he hecho, no la necesito. Usted que no sabe,
porque está acostumbrada a que la peinen..., sí que la
necesita.
Tomo 11-191
FS
e
a” pS A