LOS ANGELES DEL ARROYO
—¡No, no! Tu madre no se ha quejado nunca de r::¡
modo de peinarla.
Entonces
Pues... es que no quiero seguir haciendo oficios de
camarera.
-¡ Ya! Haces bien... Pero no creo que mi madre te
considere como tal,
Por si acaso..
«€ Y es por ción 10 por lo que has dejado de cuidar
de mi topa, de mi habitación ?..
-—¿ Y yo te he considerado también como camarera?
-—No sé; pero soy yo la que quiero considerarme
como señora.
—Lo eres desde el momento que te has casado con-
migo.
—Es verdad; y / por eso quiero vivir como señora y no
como criada. Si no hay bastante con una se toman dos.
—Hasta ahora ha habido bastante con una y el
criado.
—Porque yo he hecho también oficios de tal.
—Porque has querido, que yo no te lo he impuesto.
—Bien; pues por eso a tu madre la he buscado una
peinadora y para la casa una criada que friegue, que
limpie y sirva para todo.
Y como en el fondo, salvo la forma en que lo hizo,
Camila tenía dei econ cuando hay recursos para
ello la señora debe sie mpre en su puesto y no en el
de la criada, lle! no pudo objetar nada, aunque le
disgustó aquella forma expresiva empleada por Camila