Full text: Tomo segundo (002)

LOS ÁNGELES DEL ARROYO 
1563 
Esta no hacía más que mirar a los convidados de En- 
rique, mientras «Tomatito» sacudía sobre una rebanada de 
pan el tuétano de un hueso, a pique de romper un plato 
en dos pedazos. 
Doña Eulalia rehusó la invitación de su hijo. 
—No; es temprano para mí-—dijo—. No podría hacer 
pasar bocado... 
Cuando llegaron a la ensalada, el criado presentó la 
fuente de lechuga a Enrique, porque los criados saben ge- 
neralmen'e distinguir, y Eugenio comprendía que aquellos 
dos comensales eran de tan inferior calidad que no mere- 
cía que se les sirviese primero, y gracias que les servía y 
no les dejaba las fuentes delante para que lo hicieran a su 
gusto. 
«Tomatito» miraba a Enrique con los codos sobre la 
mesa y cuscurreando una corteza. 
Enrique se sirvió la sopa, un muslo de pollo asado y 
la ensalada en abundancia, lo que le hizo exclamar a <To- 
matito»: 
-—Don Enrique (no le tuteaba), usted es como yo; le tira 
a usted el verde... 
—Aliñado—contestó Enrique—. ¿Y a usted? 
-—Yo, hasta en la fruta. Un zoquete de pan y un cogo- 
llo de lechuga; no hay para mí merienda mejor. 
-— Vaya... —dijo doña Eulalia levantándose—, voy a ver 
cómo sigue ésa... y me voy en seguida, 
Me dijo la Rosita, que estuvo en casa a llevarme el 
abrigo que me dejé aquí hace tres días, que Camila estaba 
ya de parto, y por eso he venido a ver cómo se presenta 
y me iré en seguida si no ofrece ningún peligro.
	        
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