LOS ÁNGELES DEL ARROYO 1565
-——Pero siquiera que hubieran comido en la cocina o en
el comedorcillo de los criados, que está al lado; pero no
en la mesa contigo...
Le he estado viendo a él, al «Tomatito», vaciando el
tuétano del hueso y extendiéndolo sobre la rebanada de
pan, y... ¡qué modo de comer, con los dedos y limpiádo-
selos en el mantel, y bebiendo vino con la boca llena de
comida, dejando lleno el vaso de migajas y grasa de los
bigotesl...
¡Vamos... que yo no podría comer con ellos! Y no sé
cómo no se ha puesto en mangas de camisa y con las
mangas levantadas.
—¡Ah, no! —dijo Enrique—. Si tal hubiese intentado,
yo no lo hubiera permitido.
—Ya lo permitirás con el tiempo, hijo mío...
¿Y o?
=Si... cuando se empieza a ceder en tunas cosas, se
acaba por ceder en todas. Esa gentuza acabará por vivir
con vosotros.
—¡Qué, mamá!
—Lo mismo me decías cuando te predije que los sen-
tarías a tu mesa, y mira si me equivoqué.
—Pero eso es por un día.
tra
Por un día fué... pero a aquel siguieron los de un
parto laboriosísimo, que exigió la intervención de médico
cirujano y el cuidado asiduo de una mujer.
De aquí resultó que durante los dos días de parto, los
ocho de enfermedad y los quince o veinte de convalecen-
y
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