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de O TIAS A
que aprende en el Manual de la Conversación cualquier
bien educado, ya que hemos convenido en que no lo está
quien no posee el francés, sin que sepamos por qué ha de
ser este idioma siempre preferido al inglés, al alemán y
aun al italiano.
Dos meses después de instalada Clara y poco más
de residencia en París de Enrique y Camila, con sus
hijos, fué aquél avisado de que ya podía regresar a
Madrid.
Tenían buscada y arreglada su casa, en la calle de
Jacometrezo, cerca del estudio de Enrique, en un piso
principal, en el que no había ni una habitación más ni
menos que las que necesitaba el matrimonio y sus dos
niños, con dos criadas y un criado.
Estaban libres de la intromisión de los tíos de Ca-
mila.
No hay que decir que Tomatito, acostumbrado a la
vida de holganza que había tenido durante todo el tiem-
po que abusó de la libertad de su sobrino, no pensó en
vivir más que de lo que éste le diese:
Pero al volver a Madrid Enrique, y cuando Arre-
dondo fué a ver a su sobrina y a pedirle dinero, le dijo
ésta:
—Tío, yo no manejo un cuarto, Enrique me da cuan-
to le pido, menos dinero. Vénle usted y lo que él quiera
le dará a usted.
En efecto, Tomatito, con aquel desahogo tan carac-