LOS ANGRLES DEL ARROYO 1629
A
los casamientos a domicilio, como si la costumbre del ma-
trimonio religioso empezase a avergonzarse de la publici-
dad y se retirara al fondo de las casas de alta clase, entre
las que siempre quedará como esensial el matrimonio re-
ligioso, del que han empezado a prescindir en Francia las
clases más modestas, reduciéndolo todo al casamiento
civil, y hasta creyéndolo inútil infinitos individuos de las
clases populares.
ade ode ole
Conocida la justificada negativa de Marieta y Arturo,
a quienes Clara ofreció una visita en su próximo viaje de
novios por España, hacia Andalucía, ya no se pensó más
que en llevar a cabo el proyectado enlace.
El gran salón del hotel de la Avenida del Sena, había-
se preparado para el acto, erigiendo en el testero, frente
al espacio que dejaban las dos puertas, un precioso altar.
Era un altar gótico, de plata, de un mérito extraordina-
rio, sobre el que se levantaba una cruz de ébano con el
Cristo de oro, que había pertenecido a un rey de Francia.
Los candelabros eran de plata maciza de puro estilo
Carlovingio.
El altar estaba colocado entre dos ventanas del salón,
y bajo un dosel de terciopelo carmesí franjeado de oro.
ES
Se había señalado las ocho de la mañana, como hora
de la ceremonia.
A las siete y cuarto empezaron a llegar los convidados,