LOS ANGELES DEL ARROYO 167
¿Pero sé yo, acaso, si tendremos dinero para hacer
frente a los gastos de nuestra fuga?
—Por eso no te apures, Sofía. Yo tengo lo que nece-
Sitéis, pero a condición de que Ludovico se case contigo,
Porque, aunque sea'un contrasentido lo que sólo es
hijo de la estupidez social, yo viuda, puedo viajar con un
hombre que es mi amante, vivir en completa intimidad,
todo, menos, naturalmente, vivir juntos y maritalmente;
Pero todo esto cubierto con el aparente papel de secreta-
MO, que él represente, y que hasta visite a una dama de
Qu
*
"en tono, y tú, soltera, no podrías viajar sola sin tu ma-
180 señora respetable, y mucho menos con un secretario...
“timo», como yo. ¿Es raro y ridículo nuestro mundo?
Es decir, que porque una mujer se case, aunque en-
de, ya adquiere patente para obrar como la parezca,
Siempre que cubra las formas sociales...
—Sí; Ludovico lo desea y yo también. ¿Crees tú que
hemos pensado en vivir amancebados, no habiendo «obs-
Fulo alguno que nos impida casarnos?
—No lo creo. Y yo, yo no me caso en seguida, por-
due temo perder mi libertad, y el encanto de la fruta pro-
hibida.
Porque me parece que en cuanto pusiésemos nuestro
Mor al nivel de lo vulgar, y que nos pareciésemos al za-
" STO de la esquina y al respetable tendero de al lado,
* fienen su mujer, chiquillos y suegra, ya no habíamos
e Pana
marnos con tanta ilusión y tanta constancia como
Ora, P
Viu
Esa Vulgaridad conyugal es detestable, y todavía no
*S tanto para las que pueden hacer su vida personal-