16 LOS ÁNGELES DEL ARROYO
*
Cuando volvió Nemesio a la alcoba, se apresuró Cla-
ra a preguntarle:
—¿Qué te ha dicho el doctor?
—Pues... nada... que no tiene nada; pero que por sí o
por no, que se le haga hacer sus desposiciones.
— ¿Sus qué?
—Sus... €S0... yO creo que será cuestión de hacer tes-
tamento.
—Sus disposiciones te habrá dicho,
—Sí, bien, eso... Pero que hasta que él venga mañana
que no se haga nada,
—¿En qué quedamos, Nemesio? ¿Se le dice que tome
sus disposiciones o no?
—Yo no sé... haz lo que te parezca, creo yo que es lo
mejor.
—No, no... Yo no le digo eso. Sería hacerle entrar en
sospechas de que está grave, y debido a esto, tal vez se
agravase más.
—No, no debes decirle nada de eso al abuelo—dijo
Marieta.
Además, que tú ya sabes que tiene hecho testamento
a tu favor...
¿Para qué quieres que tome más disposiciones?
—Es que ahora está en distinto caso.
— ¿Por qué?
—Porque antes no sabía que tení: un hijo y una nie-
ta, y ahora lo sabe. :
—¡Oh! ¡Clara, por Dios! ¿Qué derecho tiene su hijo ni
tengo yo a disfrutar de lo que ya él ha resuelto que sea
tuyo?