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LOS «¡ANGELES DEL ARROYO 197
—El de que sea preciso casar a un hombre o a uná
Mujer in articulo mortis.
—Sí... Pero como ni tú ni yo estamos para morir-
MOS...
—Pero podemos estarlo.
4 —Sí... Nos pondremos sudando a tomar el fresco,
| Para adquirir una pulmonía, o comerá uno de nosotros
Basta reventar...
—Nada de eso. Pero yo bien puedo recibir una pu-
alada en medio de un campo, en una aldea donde
ay un pope y no haya médico...
—Pero, ¿ cómo una puñalada, Ludovico?
—¡Sí, mujer!... Eso es fácil; hacerse un rasguño
Un poco profundo en un costado, que parezca una gran
erida que brota sangre, y hacer creer al pope que uno
DA y > pié ' p
Se está muriendo, y ahí tienes el arficulo mortis que ne-
“esitamos.
de
—No, Ludovico; no empecemos nuestra existencia
casados fundada en una falsedad.
Prefiero esperar todo el tiempo que sea preciso
a arreglar nuestros asuntos libremente o hasta ha-
“ar un pope que voluntariamente se preste a casarnos.
hast
—Como quieras, Sofía; yo por mí no tengo prisa.
Lo hacía por ti y por nuestro hijo, que yo desearía
'Bhorase siempre que debía su existencia a una protes-
a del amor contra las intransigencias intolerables de
uN viejo tío y de una madre que no ha sabido nunca
,, Sin acordarse de que ella nos enseñó el camino
Jue deberíamos seguir, como solución al estado a que
t
serlo