LOS ÁNGELES DEL ARROYO 17
)
No, no, Clara. No le digas nada, no le molestes ni
hoy, ni mañana.
Eso sería empeorarle y provocar una desgracia.
—Bueno... Veremos cómo está mañana, y si el médico
dice que puede y debe tomar sus disposiciones, las dicta-
rá, yo te lo aseguro,
—Pero Clara...
—Calla, calla, Marieta... no quiero me digas nada,
porque no te oiré,
Entraba en esta ocasión Colás, que había terminado
sus asuntos, y corría presuroso a ponerse a disposición
de Clara.
Tomo II