ON
LOS ANGELES DEL ARROYO 207
«taberna y se prepararon para marchar, llevando en sus
respectivos carromatos otros viajeros tan cómodamente
instalados como los nuestros.
Por fortuna, los vehículos no tenían que recorrer
más que una jornada de cinco leguas en cada etapa, de-
teniéndose en unos posadones o grandes ventas que ha-
bía en el camino, donde los viajeros encontraban cama
blanda y abundante cena.
Los amantes subieron al vehículo por la parte tra-
sera de éste, en la que se apoyaba una escalerilla que
se levantaba luego al cubrir aquella entrada con gruesas
cortinas de piel de reno.
En el banco de delante estaba instalado el hombre
«del poncho de manta, y a su lado se colocó Pedro.
No puede concebirse nada tan incómodo como
«aquel asiento de balancín, sin espaldar, y en un vehícu-
lo sin muelles, y tener que sufrir la más pequeña impre-
sión producida por la caída de una rueda en un ba-
«che de los infinitos que surcan cualquier carretera de la
imperial nación de los zares moscovitas.
No se concibe que haya cuerpo que resista sacudi-
das semejantes y trepidaciones tan intensas, en un con-
tinuo balanceo. y sin una mala cuerda donde apoyar la
«Cintura.
Veinticinco leguas en esa forma, equivalen a diez
Palizas en los riñones y en las espaldas.
$ +?
Los vehículos empezaron a ponerse en movimiento,
Y Sofía tuvo que ser sostenida por un brazo de Ludovico,
a A d N
o a o —