Full text: Tomo segundo (002)

210 LOS ANGELES DEL ARROYO 
Nemesio se puso pálido, bajándole pronto aquel 
color avivado de sus mejillas, que quedaron surcadas 
de venillas encarnadas, como su nariz gruesa y corva, 
ordinariamente colorada como un pimiento morrón. 
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Pero Nicolás, que apenas le miraba, porque ya sa- 
bemos la antipatía invencible que le inspiraba el antiguo 
golfo, compañero suyo de miserias y fatigas, no notó 
aquella alteración de su semblante, y le dijo: 
—Bueno, aquí tienes el billete directo hasta París. 
No lo pierdas, porque tendrán que intervenírtelo diez o 
doce veces en el trayecto. 
En este sobre tienes seis letras de doscientos cincuen- 
ta francos cada una, las cuales vencen en seis fechas dis- 
tintas. 
Y, por último, en esta cartera hay quinientos fran- 
cos en billetes para tus gastos hasta París, 
—¡Pst! ¡No es mucho! —exclamó Nemesio sacan- 
do una mano fuera del poncho de manta.—Pero, ¡va- 
ya!, menos sería nada. : 
—Entre tus bellas cualidades, Nemesio, tienes la de 
ser siempre un ingrato-—repuso Nicolás. 
— ¡Ingrato? No sé lo que quiere decir eso. 
—+¿ No sabes lo que es ser agradecido? 
— Tampoco. 
—¡Ah! ¿Es que no conoces la gratitud ? 
—Eso, que no creo en la gratitud, porque lo que lla- 
aman grátitud no es más que rebajamiento y ¡adyección.
	        
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