216 LOS. ANGELES DEL ARROYO
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de treinta rublos de una mano a otra, porque aquel bi-
llete sería vendido de nuevo en su justo valor a otro via-
jero para París.
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Hecho el negocio, Nemesio embolsó el dinero, en-
tregó el billete, abandonando la maleta que había factu-
rado para París.
Y a todas estas, la mano izquierda de Nemesio no
salía de debajo del poncho o pasamonte de gruesa man-
ta de lana de Astrakán, donde estaba fabricada.
¿Qué impedía a Nemesio dar testimonio público de
la integridad de sus dos remos?
Para que pueda tener de ello conocimiento el cu-
rioso lector, vamos a trasladarnos aquella noche al de-
partamento que ocupaban en el Hotel Imperial, desde
la muerte del duque, Clara y su ahijada y nieta políti-
ca Marieta de los Golfos y de Dios.
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