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¿
LOS ANGELES DEL ARROYO 19
abuelo y como el mío? ¿Qué ha sido el duque para su hijo,
y el hijo para su padre, toda su vida?
Dos seres extraños, que ni se han buscado ni han
mostrado uno por otro más interés que yo por un mujik
de esos que en este momento pasan por la calle y que
bien ¡odría ser un hermano mío o cualquiera otra cosa de
afinidad consanguínea.
—Pero... Marieta... ¿dejará de ser aquel a quien tu pa-
dre debe la vida?
—¿Y crees ue tanto hay que adradecérsela a los
padres?
—La vida es muy amable, Marieta, y en la duda de si
hay otra, debemos agradecer esta...
—Cuando se es feliz, Colás, como tú pareces serlo.
—Lo soy, en efecto, No te diré que he clavado la rue-
da de la Fortuna y que no puede volverme las espaldas
la velcidosa deidad, pero hasta ahora no puedo quejarme
de la suerte.
—Ya sé, ya sé que se ha declarado en tu favor —obser-
vó Clara mullendo por un lado las almohadas del lecho
de su marido y arreglando el embozo, que las manipula-
ciones del doctor habían descompuesto,
—¿Sabes ya...? N
— Algo, mas no todo... Pero espero que todo me lo
cuentes.
—Yo no puedo tener nada oculto a mis hermanas.
—Ya os contaré—dijo Colás guiñándolas un ojo, indi-
cando la presencia dei Chato, con quien no hacía ni había
hecho nunca buenas migas Colás, y a quien entonces mi-
raba con cierto desdén, considerándole como el que de la