Full text: Tomo segundo (002)

LOS ANGELES DEL ARROYO 235 
Supongámonos una fea y sucia cocinera vestida con 
os espléndidos trajes y joyas de su señora. 
Pues algo así era el aspecto híbrido, suntuoso, de 
Aquella extraña morada. 
Por lo demás, Samuel no era mezquino para su casa 
Y para el personal aliño de su mujer y de su hijá Sarah. 
Tenía una excelente cocinera judía, y nada se econo- 
Mizaba en la comida, de-la que únicamente estaban pres- 
Criptos los manjares prohibidos por su ley. 
De los demás, no había nada, por suculento que fuese, 
Que la vieja Agar no se llevase todos los días del merca- 
| 00, desde el faisán hasta el capón, y desde la langosta 
Y hasta el rodaballo. 
El Samuel tenía una magnífica bodega, y en su mesa no 
|. Se destapaban más botellas que las de marcas superiores 
Y Universalmente acreditadas, figurando al lado del Cha- 
Ka Latfite de Burdeux, el Misa de Jerez y el Ramos Po- 
Wer de Málaga. 
Samuel vestía lo mismo en la casa que en la calle y su 
| traje debía de tener tantos años como su hija, para cele- 
Ñ> Tar el natalicio de la cual, entre sus correligionarios, se 
O habían comprado casi nuevo en el mercado judío de 
OScou, en un viaje que hizo a aquella ciudad para asun- 3 
108 comerciales. 8 
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Pero en cambio, aunque dentro del gusto semita, aun- 
Que a disgusto de Sarah, que propendía a la adopción de 
> Modas modernas, tanto Rebeca como Sarah, vestían 
Ulosamente. 
Y cuando ambas, la más vieja. que revelaba haber sido.
	        
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