236 LOS ÁNGELES DEL ARROYO
muy hermosa, y la otra joven, y belleza de primer orden,
paseaban en coche descubierto o en trineo, o tomaban
asiento en un palco del teatro, dramático o de la ópera,
a que eran muy aficionadas, todas las miradas fijábanse en
llas, porque su peinados y su exótica indumentaria se
prestaba a mayores alardes de lujo y riqueza por sus bor-
dados de oro y pedrería y su corte oriental y arcáico, qué
recordaba las espléndidas vestiduras de las mujeres bíbli-
cas, las reinas de Rabath, Esther+Semiramis y hasta la vol-
cánica esposa de Putifar, tormento del casto Joseph.
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El duque Alejo había concebido por aquella diosa de
la hermosura una pasión secreta que le dominaba y a la
que era extraña Sarah, que la ignoraba completamente.
Los amores de la judía eran ignorados también por st
padre y su madre, quienes, fieles a la tradición de su fa-
milia, no habían consentido en que su sangre se mezclasé
con la de un cristiano.
Pero sobre el amor no hay autoridad posible, y ocú:
rele lo que a las aguas corrientes; pero cuando encuel*
tran interceptado su paso por algún obstáculo, buscan SÚ
nivel y arrollan el obstáculo o tuercen su curso y van A
buscar aquél, lejos de su origen.
Esto ocurría con los amores de Sarah y Pablo Os*
sadtchi.
Segura de que no había nunca de conseguir € pS
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