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ei LOS ANGELES DEL ARROY!
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padre de todos los hombres, sin distinción de razas religio-
sas ni colóreas.
Todas esas religiones no tienen en el fondo otro objeto
que prestar'culto de admiración al Sér Supremo y conr
densar en doctrinas y mandamientos todo un código de
moral.
¿Qué me importa a mí que a ese Sér Supremo llámen:
le unos Dios, Jehová, Alá, Braama, o el gran Arquitecto
del Universo?
¿Dejaría de ser el padre común de todos?
Pues recíbala mi mujer en la sinagoga, en la mezquita,
en el templo católico, en la pagoda, v como yo en el gral
templo de la naturaleza, ¿qué tiene que ver eso con qué
yo la ame y ella me ame?
—Nada más cierto—dijo Samuel -; pero como todos
“no piensan como vos, señor Ossodtchi, no sé si vuestra
familia, si vuestros superiores, tendrán que oponer a £5
unión el terrible odio de razas que divide a los hijos de
Moisés y a los de Jesús, a los que creen a Cristo el Mesías
verdadero, y los que esperan todavía verle bajar ent
nubes para redimir a la humanidad y hacer de ella 11%
sola familia.
—Señor Samuel, mi familía se reduce hoy a mi caballo
mi espada y mi bandera,
Donde quiera que yo esté estará ella; donde quier
que esté ella estaré yo.
Nadie manda en mi corazón; y en mi voluntad sólo el
Czar, ante quien he hecho abdicación de ella,
Pero si el Czar me mandase que olvidara a Sarah, *
rebelaría mi voluntad y le entregaría mi espada y mi jure”