Full text: Tomo segundo (002)

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340 LOS ANGELES DEL ARROYO 
Una cien verstas... veinticinco leguas francesas... 
—;¡Oa!, no es pos.ble que las alhajas estén aquí para 
las ocho de la noche. 
—NOo, no es posible, ni aunque las trajeran a escape 4 
revienta caballos, porque no los hay de refresco en el Ca- 
mino, pero sí le prometo a usted que estarán aquí maña- 
na por la tarde. 
Yo las remitiré a la señorita Golfini, en cuanto esién 
cn mi poder. 
—Doy a usted las más expresivas; gracias- anticipadas, 
coronel. 
— Qué no haría yo por ese encanto de mujerl 
Crea usted que si no fuera casado, como soy, y ella 
me quisiese por marido, María Golfini se couvertiria al 
tes de mucho en señora de Mayer. 
Así terminó la cuestión del robo de la pedrería falsa 
de Marietá. 
En efecto; Nemesio, sorprendido por la dueña de l 
posada donde un imprevisto accidente tenía detenido$ 
los carros en que salieron de San Petersburgo Nemesio Y 
los amantes, había ingresado en la cárcel denunciado pol 
aquella señora que, como todas las dueñas de hospede- 
rías, desde el gran Hotel hasta la miseradle posada, sirven 
de auxiliares a la policia imperial. 
Desenterrada la arquilla, vióse lo que contenía y $ 
supuso que era producto de un robo.
	        
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