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340 LOS ANGELES DEL ARROYO
Una cien verstas... veinticinco leguas francesas...
—;¡Oa!, no es pos.ble que las alhajas estén aquí para
las ocho de la noche.
—NOo, no es posible, ni aunque las trajeran a escape 4
revienta caballos, porque no los hay de refresco en el Ca-
mino, pero sí le prometo a usted que estarán aquí maña-
na por la tarde.
Yo las remitiré a la señorita Golfini, en cuanto esién
cn mi poder.
—Doy a usted las más expresivas; gracias- anticipadas,
coronel.
— Qué no haría yo por ese encanto de mujerl
Crea usted que si no fuera casado, como soy, y ella
me quisiese por marido, María Golfini se couvertiria al
tes de mucho en señora de Mayer.
Así terminó la cuestión del robo de la pedrería falsa
de Marietá.
En efecto; Nemesio, sorprendido por la dueña de l
posada donde un imprevisto accidente tenía detenido$
los carros en que salieron de San Petersburgo Nemesio Y
los amantes, había ingresado en la cárcel denunciado pol
aquella señora que, como todas las dueñas de hospede-
rías, desde el gran Hotel hasta la miseradle posada, sirven
de auxiliares a la policia imperial.
Desenterrada la arquilla, vióse lo que contenía y $
supuso que era producto de un robo.