LOS ÁNGELES DEL ARROYO 369
A.
Era burgalesa, educada en las Huelgas e hija de una
lamilia que había habitado toda su vida en un castillo
feudal con torreones, almenas y puente levadizo.
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Doña Irene vivía con el espíritu y la imaginación en
el siglo xi o x1tv, como su hija Elena, a la que había
acostumbrado a despreciar todo lo que no tuviese un
abolengo claro de seis o siete siglos de historia.
Además de aquella hija, los duques habían dado al
Mundo dos hijos: César y Arturo.
César, el conde de Valle Rojo, tenía cuarenta años, y
tstaba casado con una hermosa joven andaluza, hija de
Un título cordobés.
Era un tipo aristocrático, orgulloso de su alcurnia,
hombre respetable, que por nada en el mundo hubiese im-
Preso la más leve mancha en el limpio escudo de sus ante-
Pasados, cuyo lema, escrito bajo un yelmo de fuente, decía:
«Antes roto que manchado.»
: Era él, en efecto, el primer custodio de la limpieza
maculada del blasón familiar.
Por eso no podía ver ni en pintura a su hermano Artu-
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9, que tenía costumbres muy modernistas y bastante in-
Correctas,
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César y Arturo eran la antítesis uno de otro, y re-
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