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LOS [ÁNGELES DEL ARROYO 35
—¿No es libre para casarse en segundas nupcias?
—Sí, lo es.
— ¡Entonces!
—Pero... ¿con quién?
—Contigo.
—¡Conmigo! Con un cómico la hija de un gran duque,
la condesa de Ulm, viuda del generalisirio dei ejército
del Mediodía, asesinado en Odessa por una nihilista,
—¡Y qué! Si ella quisiera...
—Serían capaces de matarme en cualquier callejuela o
de prenderme y mandarme a la Siberia entre cuatro cosa-
cos y dejarme en una estepa para que me comiesen' los
lobos o pereciera de frío o de hambre.
—Entonces, ¿qué esperáis?
—No lo sé.
—Tú tendrás que irte en la compañía de la Santoliani.
—Ya veremos.
—Y sin Marieta. $
—¡Ah! Marieta...
—Marieta se quedará con su abuela.
— ¡Su abuela!
—¡Yo!... ¿No soy yo la mujer de su abuelo? Pues en-
tonces soy su abuela.
—Es verdad; abuelastra.
—No, abuela, porque yo tengo además con ella otro
parentesco. :
¿No te acuerdas cómo nos reímos cuando el cura que
bautizó a Marieta nos dijo al punta y a mí:
«Debo advertirles que han contraído parentesco espi-
tual coa su ahijada...>