Full text: Tomo segundo (002)

LOS ANGELES DEL ARROYO 535 
o 
los campos de la tierra baja que no se conocen en los de 
Castilla, ni en los gallegos, y sólo se encuentran en las 
fas valencianas, navarras y andaluzas. 
Cuando a los ardores del día sucedió la brisa vesper- 
la, que saltaba como traida por la estrella de la tarde, 
Que relucía como un enorme solitario en el oscuro azul 
el cielo, bajaban del cortijo Irene y Fernando a pasearse 
“on don Alvaro, que con su enorme sombrero de palma 
Mojado en la alberca, y su traje de crudillo lleno de sudor 
Por la espalda, presenciaba la llegida de los carros con 
aS mieses, y la distribución de los haces y el aventado del 
"lgo con las orquillas, y la carga de la paja para los paja- 
"eS, y el ensaque y medida del trigo y el llevar los sacos 
Que eran transportados a los graneros, 
Odo esto lo presenciaba don Alvaro a pie firme bajo 
Canicular. 
Aquella faena complicada, desde que la hoz corta la 
'8a hasta que se encierra el grano, necesitaba tener 
'Ma el ojo del amo, y don Alvaro no podía marchar a 
adrid con César ínterin no se acabase Ía siega, 
Abíase conseguido que César depusiera aquella acti. 
iva que presentaba el día de la llegada de Fer- 
el 50! 
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Ene 
Bao le hablaba sino cuando Fernando le dirigía la pa- 
a, 
Una de las cosas que más le exaltaban, era cuando
	        
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