LOS ÁNGELES DEL ARROYO 531
Vada. Mi infierno... Ah, ¿sabes cuál ha de ser? ¿No lo adi-
Vinas, Fernando?
Es un infierno cue se ha de parecer todo a ti, porque
ha traído al mundo la impresión inequívoca de tu pasión
Y la mía, porque es el hijo d-1 amor, el f uto del pecado,
SÍ, no me cabe duda; porque yo le he sentido palpitar al
¿Oncebirlo,
Y para mayor expiación mía, ese hijo vivirá, siendo al
Mismo tiempo mi gloria y mi castigo, mi consuelo y mi
terna pena.
Tengo la seguridad, Fernando, de que ese hijo ha de
Str el retrato de su padre, para mayor tormento mío, para
Que constanternente me recuerde mi falta y para que pon-
ga en él todo el tesoro de amor maternal que he escati-
Mado a los otros.
¡Y qué terriole es no poder compartir este cariño del
'JO con el padre, sin que ¿some la vergiienza a nuestro
OStro y se estremezca el alma!
¡Qué hermoso será presentarlo sin rubor en el rostro,
Y dec.rle: «bésalo, que es tuyo, como el corazón y el al-
Ma de su madre!»
« Pero cuánto sufrimiento implica para una mujer de:i-
Vida, la existencia de un ser que ha venido al mundo
Wurpando derechos, y nombre, y fortuna, y amor, y
ra... todo lo de que él debiera carecer, si no le ampa-
Fásen la ley y el secreto de su origen,