330 LOS ÁNGELES DEL ARROYO
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—A ver si es que la carta ha venido. con retraso, O sl
estaba escrita algunos días antes, porque...
—¡No te preocupes con eso, hombrel ¡Vaya una cosa
importante para estar buscando un sobre...! ¡Si fuera una
cartal Pero un sobre...
—Sin embargo, la fecha debe de venir tachando el
selio.
—No se entiende,
—¡Ah! ¿Tú has visto...?
—Sí..., son cifras turcas y no se sabe lo que dicen.
—¡Ahl!, son turcas.
—Sí... unos garabatos árabes...
—¡Vayal Pues nada... Que vaya a Madrid cuando quit"
ra, y si luego quiere venir aquí...
—¿Quién?
— ¿De qué estarros hablando?
—Del sobre.
—Ese ya ha venido. Yo hablo de Fernando.
— ¿Tú crees que vendrá?
—No sé... como es tan raro y tan veleto... ¿No me dijo
que se quedaría aquí esperando mi vuelta de Madrid,
cuando fuí a llevar al chico, y luego se encalabrinó COM la
idea de volver a Madrid en seguida?...
—Fuí yo quien le hizo marchar.
—Tú.
—si.
—¿Y por qué?
—Porque a tí no te pareció mal y a mi si que se QU”
dase en el cortijo solo conmigo un hombre joven y qué
ol siquiera era tu hermano.