Full text: Tomo segundo (002)

LOS ANGELES DEL ARROYO 349 
Acudieron al hotel de la Alameda de Hércules, todas cre- 
Yendo ser las únicas, cada una de ellas, y todas, eso sí, lle- 
vando consigo, ya un bastón de Santa Tal, que murió 
virgen, y sin embargo, se recomendaba como ¿uxiliar ce- 
lestial de parturientas; otras, la sandalia de San Fulano, 
Un anacoreta del siglo x, que murió en perfecto estado de 
Castidad; otras, la muela de San Zutano, la camisa de la 
Monja cual, muerta en olor de santidad, como Sor Patro- 
“nio, «la Monja Milagrosa» la amiga de Isabel Il, y otra 
nfinidad de reliquias, amuletos y sa.vavidas, en los que 
las amigas de l:ene tenían la fe de un fetichista por su 
idolo, o su escarabajo, o su serpiente sagrados. 
Y era de ver el concierto femenino que se reunió en 
S habitaciones de la duquesa, todas con las mantillas y 
W tocas quitadas, levantada la falda del vestido, como 
Pra una faena casera, y de camino para lucir la enagua 
+ Encajes riquísimos, y ajustándosela detrás con un im- 
me y remangándose las mangas hasta el codo la que 
bl bonito brazo que lucir, adornado de alguna rica pul- 
Al ver a todas aquellas nobles damas así dispuestas, 
teríase que se trataba de una de esas matanzas de cerdo 
Me en Andalucia suelen hacerse en familia, preparán- 
Ma mujer a prestar sus más o menos útiles ser- 
Qro no era lo malo que con su solicitud entorpecieran 
“ción del médico y de la comadrona como ayudanta
	        
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