Full text: Tomo segundo (002)

LOS ÁNGELES DEL ARROYO 
—¡Ya, ya... 
Y como banda de perdices levantada por los perros, 
precipitaron hacia el gabinete intentando abrir la puerta. 
-—Esperen, esperen... —exclamó el señor Salcedo, CoM* 
teniendo la avalancha. 
Ahora no se puede entrar estan acostando a la señor 
duquesa, 
—¿Pero ya? 
—SÍ, ya. 
—¿Y qué ha sido? 
—Un muchacho... un rubio muy gordo y muy bo 
—Duque... mi enhorabuena, 
—Felicidades, duque. 
—Duque, otro varón. Tiene usted suerte, 
—Salú para criarlo, señó don Alvaro. 
Estas enhorabuenas y salutaciones eran dirigidas al du- 
que por las cuatro damas a la puerta del gabinete de [rent 
se 
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caela | 
Esta había sido metida en su lecho por doña Mi 
sobre! 
que había dejado a la criatura envuelta en un paño 
una silla. 
Después procedió, ayudada por una criada, 
niño, que lloraba como un desesperado, como 
tase de que le hubiesen traído al mundo, en el que tal Y 
prevía que debía sufrir mucho. cal 
Cuando el nuevo vástago, al parecer de la casa du ¿a 
de Torremolinas, estuvo envuelto en finos pañales Y tale 
atavacal | 
si prole”
	        
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