558 LOS ÁNGELES DEL ARROYO di
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—Como dos gotas de agua, duque...
—Más vale así.
—¿Por qué? —preguntó riendo doña Soledad.
—-Porque lleva así la marca de mi familia.
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Irene oía aquella conversación con ojos cerrados:
como quedan todas las que acaban de reñir una fl
batalla con la muerte.
—Señoras—dijo Salcedo—. Este es el moment
peligroso para una parturienta. Ruego a ustedes qué ñ
hablen aquí dentro.
o más
—Vámonos, vámonos —dijo doña Soledad—. Eslt
doctor era bueno para albañil.
—¿Por qué señora? :
—Porque le gusta a usted tapar agujeros, y si pudicts
nos pondría un tabique en la boca. :
—Bastaría señora, con un pequeño remiendo de pr
dencia— contestó el doctor, que era hombre galante, e
que en ejercicio de su profesión no tenía considera” 3
con quien le estorbaba o podía hacerle iracasar por *
prudencia e indiscreciones.
+
Las cuatro damas se retiraron cuchicheando.
— ¿Quieres algo, Irene? —la preguntó el duque.
Sí,
— ¿Qué?