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de 
o LOS ANGELES DEL ARROYO 
El duque se echó a reir. 
—¿Quién es tito Fernando? — preguntó una de las damas. 
Un primo hermano mío que vive en Madrid. Esta 
> Shica no tiene nada de fisonomista. 
—No tendría nada de extraño—observó el señor Sal- 
edo, entre bocado y bocado de excelente «roastbelf> — 
Olendria nada de extraño, porque muchas veces un hijo 
o Se parece a su padre, y es el retrato de su tío o de su 
Uelo materno o de su misma madre. 
—No, no, es que el niño se parece al duque como un 
EVO se parece a otro huevo. 
—Papá es moreno... —observó Elena. 
—Y su madre es rubia—dijo don Alvaro. 
STiene de los dos. 
Yo no le encuentro ni pizca en parecido contigo, 
pá, Parece hijo de mamá y del tío Fernando. 
—Las señoras se echaron a reir, 
a Duque... un hijo por telégrafo... —exclamó doña So- 
ad, que picaba de graciosa—. Porque, según creo, ese 
fía un primo que tenía usted en Manila, 
El mismo Fernando. 
ue ni conocerá a Irene. 
e! que le conoce. Pasó con nosotros un mes el año 
ado por el verano. 
no el cortijo? 
o 1, 
¡Va! 
V doña Soteadaa miro a hurtadillas a otra de las da- 
S que también buscaba su mirada, y se sonrieron, di- 
Mdola Soledad en voz baja: 
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