Full text: Tomo segundo (002)

LOS ÁNGELES DEL ARROYO 53 
— ¡Siempre la impaciencia de las mujeres! ¿Crees que 
el doctor no ha visto todo lo que nosotros no podemos 
ver, y que ya lo que ha recetado no es cuanto puede re- 
cetar en el estado en que está el duque? 
E — ¡Sí! Y cualquiera saca de la cama a un médico esta 
noche, nevando como está y con un frío que hasta las pala- 
bras se hielan en el aire—dijo Nemesio, que temió le de- 
signasen a él para evacuar la comisión de llamar al doc- 
tor Romakow. 
—Es preciso esperar, Marieta, que el doctor venga por 
la mañana. 
—¿Y dará tiempo? 
Yo creo que sí... A menos que no sobrevenga algún 
accidente inesperado... Debemos esperar que hagan su 
efecto las medicin:s, 
—Pues lo que es hasta ahora... ni la fiebre baja, ni la 
tos disminuye, y además, hay ese otro síntoma de la san- 
gre, que no había cuando estuvo aquí el doctor... 
—¿Pero a ti no te dijo nada de los síntomas nuevos 
que podían presentarse? —preguntó Colás a Nemesio, 
—A mí no me dijo nada.. Yo le quise meter los dedos 
Para sacarle lo que pensaba del enfermo; pero, nada con- 
seguí, porque se mantuvo a la silenciosa, 
Un momento después apareció Clara enjugando sus 
lágrimas. 
—¿Qué?... —preguntó Colás: 
—Muy malo, muy malo. ¡Pobre Ramón! ¡Se muere! 
—¡Quién sabe, mujer!...
	        
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