LOS ÁNGELES DEL ARROYO 53
— ¡Siempre la impaciencia de las mujeres! ¿Crees que
el doctor no ha visto todo lo que nosotros no podemos
ver, y que ya lo que ha recetado no es cuanto puede re-
cetar en el estado en que está el duque?
E — ¡Sí! Y cualquiera saca de la cama a un médico esta
noche, nevando como está y con un frío que hasta las pala-
bras se hielan en el aire—dijo Nemesio, que temió le de-
signasen a él para evacuar la comisión de llamar al doc-
tor Romakow.
—Es preciso esperar, Marieta, que el doctor venga por
la mañana.
—¿Y dará tiempo?
Yo creo que sí... A menos que no sobrevenga algún
accidente inesperado... Debemos esperar que hagan su
efecto las medicin:s,
—Pues lo que es hasta ahora... ni la fiebre baja, ni la
tos disminuye, y además, hay ese otro síntoma de la san-
gre, que no había cuando estuvo aquí el doctor...
—¿Pero a ti no te dijo nada de los síntomas nuevos
que podían presentarse? —preguntó Colás a Nemesio,
—A mí no me dijo nada.. Yo le quise meter los dedos
Para sacarle lo que pensaba del enfermo; pero, nada con-
seguí, porque se mantuvo a la silenciosa,
Un momento después apareció Clara enjugando sus
lágrimas.
—¿Qué?... —preguntó Colás:
—Muy malo, muy malo. ¡Pobre Ramón! ¡Se muere!
—¡Quién sabe, mujer!...