562 LOS ANGELES DEL ARROYO E
— «Si non e vero e veutrovato. »
—Sí, sí —contestó la dama gozosa con morder un P0"
quito en la reputación, no discutida hasta entonces, de
Irene,
—Sucede en eso de los parecidos cosas muy raras”
dijo Salcedo—, No hay recién nacido en quien no se crél
ver una semejanza con su padre, bien real, bien supuesta
por la adulación de los amigos que así creen halagar *
amor propio del autor más o menos auténtico de la cif"
tura; pero lo que es raro lo que acontece, por ejemplo, 1
una señora que ustedes conocen,
—¿Qué, qué le sucede?
—Que hace tres años dió a luz un niño mulato.
—¡Mulato! ¿Pero no es ella casada?
—Sí, señora. Casada con un hombre más blanco q
un noruego, como ella misma lo es.
—¿Y cómo explica usted eso, doctor?
—Ustedes se lo explicarán fácilmente,
—¿Y usted no?
—No, señora, porque yo no tengo tan mala teng
como ustedes,
—¿Pues cómo habríamos de explicarnos ese fenómenó
doctor?
—Sencillamente: como se lo explicarán en el momento
en que yo les diga que esa señora tiene un cocinero mulal0:
—¡Oh, oh, oh!... Pues verde y con asas, alcarrazas
—Pues no hay tal guisado ni tales alcarrazas, por hee
mulato tiene sesenta y cinco años, y es más feo que pr
An
DOI
cio, y sería preciso mandar a presidio a la señora po" o
lito contra el mal gusto y el sentido común.