Full text: Tomo segundo (002)

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548 LOS ANGELES DEL ARROYO h 
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teatral, no por cuenta de la Santoliani, sin la condición de 
que se me tomase a mí para... eso... para cua quier papel... 
— Vamos, como el ¡alerta! del cuento de Romea. 
—NOo sé... 
—¿No ha leído usted las «Memorias de Julián Romea?» 
—No, señor. 
—Pues en ellas hay un personaje que es una cosa é 
por el estilo de usted, pero actor gratuíto... 
—¿Y qué fué eso, caballero? 
—Pues según refiere Romea, un día se le presentó un 
joven con una carta de recomendación de un elevado 
personaje. Era un mal actor de la aristocracia, qué debia 
tomar parte en una función de aficionados en uN teatro 
particular. 
Iba a ver a Romea con pretensión de que le prestas 
una magnífica armadura que debía vestir aquella noche. 
Comprometido don Julián por aquella carta, nO tuvo 
más remedio que ceder. 
Frecuentaba él la casa donde debía tener lugar la, 
ción, que creo era en casa de la condesa de Montijo; y 
allí prometió al joven que mandaría la armadura € iría € 
en persona a presenciar la función. 
Después de haberla mandado por un criado 
recomendaciones de que la cuidasen porque era U ¿ 
madura auténtica de acero repujado y cincelada con _ 
butidos de oro, se arrepintió de su debilidad y esperó 
noche con impaciencia pensando en su rica armadura: 
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