686 LOS ANGELES DEL ARROYO A
sale triunfante de la prueba de París, puede darse por biel
templado, como una hoja toledana o una coraza de CIP.
cero protegido.
—Y ahora, ¿qué, se va usted a su casa?
—Sí, señora, y a hacer vida de persona deceníe.
—¿Cree usted eso posible?
—Lo creo, poraue antes de entrar en el gremio de
hombres formales, de los maridos graves, de los padres
de familia aspirantes a la senaduría vitalicia, y aptos par
formar parte de esa utilísima sociedad de «padres de ía
milia», una especie de Club de los Inútiles, muy respela"
ble, pero completamente anodina y de los mismos efectos
que la carabina de Ambrosio y la espada de Bernardo.
los
Decía el vizconde todo aquello con un tono taM e
cioso y una mímica tan expresiva, que las dos jóvenes dl
escuchaban con ese placer especial con que las muje!
oyen a los hombres que las encantan.
—¿De modo que resueltamente a Madrid?
—Si, sí, sí... Ya estoy también cansado de viaje
seando estar en mi casa,
— ¿Tiene usted mucha familia? : qua
—Mi padre, que es el duque de Torremolinas, M! bea?
dre, mi hermano mayor el conde de Valle Rojo y "'
mana Elena.
y de