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738 o LOS ÁNGELES DEL ARROYO
expresión de bondad melancólica que imprimieran en SU
semblante en parte sus dolencias secretas y muy principal-
mente el carácter despótico y casi grosero del señor col;
de, su marido.
Criado toda su vida en el campo, excepto aquellos
años que estuvo estudiando en Madrid y el uno y medio
o dos que pasó en la facción sirviendo como oficial la
causa del pretendiente, había adquirido unas formas tan
groseras para tratar, lo mismo a su esposa que a sus hijos
y criados, que estaban muy distantes de ser las formas de
“un caballero y más se asemejaban a las de un carretero.
Dado el carácter dulce, pusilánime y más debilitado
aún por la enfermedad que padeció durante diez años
desde su último parto, aquellos modales, aquellas pala-
brotas de hombre ineducado, contribuían a imprimir en el
rostro de la marquesa: condesa, «aquel sello: de tristeza que
sólo desaparecía cuando César no estaba presente, po"-
que aquella señora,no se atrevía ni a hablar AREA
marido. IN
Porque en su enormísimo orgullo, aquel hombre, qué
si hubiera nacido rey hubiera sido.un tirano, se creía hue
millado porque la fortuna de su mujer. cuadruplicaba la
suya, y creía que rebajándola crecía su propio nivel sobre
su esposa y no la creería, inferior a ella, 4/0
Adela adoraba a sus dos nijos, a los que había servido,
de escudo contra las brutalidades paternales, y más de un