LOS ÁNGELES DEL ARROYO 747
Pr
y
: ——Tú también le exasperas con tus desplantes y contes-
kaciones, que parecen estocadas,
—¡Ah! ¿Qué querías? ¡Que me acobardase, que me
hiciese el pequeño! ¡Cristo! Entonces sí que me saitaría
POr encima de la cabeza. Es así, y ya lo ves...
LES
Llamaron a la cancela de la entrada.
—¡Ya está él ahíl Údijo Arturo, séparando su silla de la
Butaca donde estaba sentada Adela.
—¿Por qué te retiras?
—¡Oh! Porque... porque es capaz de creer que estába-
Mos hablando de él pestes en secreto.
Un momento después, entraban el duque de Torre-
Molinas, la duquesa Irene y Clara,
¿ ¡Ah! ¡Creímos que sería César! —dijo Adela saliendo
encuentro de sus suegros y cuñada.
—Me alegro verte aquí —dijo Irene, estrechando ami
mente. la mano de su hijo.
¿Lo habré "hecho por evitarte un disgusto —contestó
Arturo, ; e
Gracias, hijo mío, gracias.
Adela besó a sus padres políticos y “a sú cuñada Ta
“Yudó a quitarse el'sombrero y el abrigo de terciopelo
Sado en' raso, y tomaron asiento.
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