766 LOS ANGBLES DEL ARROYO
eminencia en miniatura, respondería, y el abono sería taM
selecto como nutrido.»
Aquel suelto, llevado a aquel periódico por algún it"
prudente <repórter», sin consultar su oportunidad con
María, produjo a ésta y a Clara infinitas molestias.
Todos los que habían admirado doce años antes 4 la
eminente niña María, y la habían obsequiado de diteren-
tes modos, apresuráronse a ir a conocerla como muje,
mientras creía llegaría el momento de conocerla como aC-
triz trágica en toda la plenitud de su inteligencia y de suS
facultades artísticas.
Empezaron las visitas, las presentaciones de si propio:
—Yo soy aquél que la regaló a usted un ramo de C2*
melias la noche de su beneficio...
¡Un ramo de camelias entre cincuenta ramos!
— ¿Recuerda usted que la rega:é una sortija de bri-
llantes?...
Una sortija que ya no la cabía ni en la punta del dedo
meñique, y que probablemente había recogido o vendido
Emma, cnando la niña dejó de ser pequeña eminencia Y
se convirtió en montaña.
Ed
*
Todos aquellos recuerdos con que cada uno se reco”
mendaba, podían ser verdad,