Full text: Tomo segundo (002)

103 LOS ANGELES DEL «ARROYO 
triz y sobre la duquesa de la Sonora, puestas de moda en 
Madrid durante aquellos días. 
Señaló horas de recibo; y la colmena se llenó de-zán- 
ganos a esas horas. 
En Recoletos presentáronse Clara y María, en carruá- 
je descubierto, vestidas de riguroso luto; pero sin guál- 
darlo tanto que se privasen de asistir a paseos y espec 
táculos. 
El pobre duque había sido estimado, pero no amado, 
y esas consideraciones sólo se hacen para la persona 
amada a quien se recuerda siempre con lágrimas en los 
ojos, y los ojos de Clara no se habían empañado con las 
lágrimas sino el primer día después de la muerte de sul 
marido. 
Los hombres son muy dados a la vanidad y ganosos 
de adulación y lisonjeos; pero no tanto como las mujeres, 
en quienes 'es aquella la mayor flaqueza. 
Clara y Marieta... eran mujeres. 
Ser notadas, señaladas, nombradas y comentadas 
un Madrid, es el mayor «desideratum» de cualquier mujer: 
Clara y María no necesitaban de emplear ninguna cla- 
se de adefesios para atraer la 'atención de los que trans" 
taban o permanecían sentados en las silias de Recoletos 
Después de dar un par de vueltas en coche hacien” 
sg en
	        
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