LOS ANGELES DEL ARROYO 807
Hizolo así después de las doce y de haber visto
alejarse a Arturo por la Castellana.
A
Al regresar de su paseo, que daba lentamente siem-
Ple (todavía le molestaba la gota, aunque no como en
Fi invierno, que se le exacerbaba la dolencia), bajaba
POr el paseo del Obelisco, y recordando que había
Yido decir a Irene y a Elena que la duquesa de la So-
Tora y la Golfini vivían a espaldas de su hotel, miró sin
Prevención alguna hacia la calle de Fortuny y se detu-
Y asombrado al reconocer a lo lejos el tílburi, la yegua
Mglesa y el «groom» de su hijo Arturo.
—¡Calla! ¿Arturo en casa de esas mujeres a estas
horas ¡Si no hace un cuarto de hora que salió del ho-
acia la Castellana !
O quiso, sin embargo, pasar de la bocacalle, aun-
3 We el «groom» estaba durmiendo sentado en el pes-
pte, por si Arturo salía de pronto del hotelito o le
"la pasar a través de los cristales de alguna de las
Vtanas del hotel.
3 ljóse bien en los detalles de los arreos del caballo
"a el carruaje, hasta quedar bien persuadido de que
e nO se equivocaba y que aquel era el carruaje de Arturo.
| Entró en su casa meditabundo.
ta hombre el duque poco comunicativo en su casa
Mada dijo a doña Irene del descubrimiento hecho, y
e menos a Elena, cuya pasión por su hermano
e A en ceguedad, y el duque se proponía hacer sus
¡guaciones sin participarlo a nadie.
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