LOS ANGELES DEL ARROYO
y desgraciado, e interesándome por ti conseguí del duque
que creara esa plaza de secretario...
—Dí de criado de confianza.
—Sí, más bien, porque lo de la secretaría era una for.
ma, como otra cualquiera, para hacerte más llevadero el
verdadero carácter que podías tener en Casa,
Tú no sabías de nada, y gracias-a que sabías escribir
-y contar pude hacer que te tomase el duque para que le
escribieses algunas cartas, y puedes dar gracias a Dios de
que Ramón veía poquísimo y no leía las cartas que tú es-
cribías, y que habrán dado una triste idea a los que las
hayan recibido, de la ilustración del secretario particular de
_del duque de la Sonora.
— Y qué quieres! Cada uno sabe lo que sabe y hace
lo que puede.
—Pero se le paga según lo que sabe y lo que puede
hacer, y no como un rabat pagaría a su secretario O ad-
ministrador general, :
—Sí..., y cada vez que te he pedido dinero, me ha
costado una batalla que me lo des.
“Naturalmente, que me he resistido a acceder a tus
repetidas exigencias; Ramón te señaló cincuenta duros de
sueldo... para pasearte, y a fuerza de ruegos, casi todos
los meses me sacabas otros cincuenta,
¡Y no contento con eso a cada momento querías que Y
le pidiese al duque mil pesetas, o quinientas, o veinte...
duros! Como si yo tuviese una ob.igación de sostener tus
vicios y tus despilfarros.
—Yo creo que la que, como tú, no ha tenido nada más |
que el día y la noche, y de pronto se ve millonaria y du- * E