Full text: Tomo segundo (002)

LOS ÁNGELES DEL ARROYO 835 
Conmigo porque no he de darle nada y él nada tiene, 
—Oracias a Dios que alguna vez te veo enérgico con 
€se botarate, 
—Pues ese botarate—exclamó doña Irene—tiene dig- 
Bidad y piensa no recurrir a nosotros, y... 
—Sí... Consiste la dignidad en casarse para que le 
Mantenga su mujer, 
—/Ah! ¡Es la última desgracia a que puede llegar ese 
Angelito! 
—No0, no; Arturo ha dicho que va a trabajar, 
César soltó una carcajada homérica. 
— ¡Trabajar! Con los dientes cuando coma y con las 
Manos cuando le juegue el dinero a la querida, o la mu- 
El. o lo que sea. 
—¡Oh! ¡Cómo le juzgas! 
—Como merece y como ha dado él lugar para que 
ASÍ se le juzgue, 
¿Ha sabido nunca emplear el dinero que a manos lle- 
Was le habéis dado, más que en ver los pies a la sota? 
¿Qué quieres, mamá, que haga ese muchacho? Jugar 
que le dé mi padre o lo que le pase la cómica. 
—IÓhl, no puedo oir eso con paciencia, César. Tú 
lo 
hablas de tu hermano, no como de un calavera, sino 
Mo de un miserable, un canalla... 
TeY qué sería si tal hiciese? 
—Pero no lo ha hecho, César —dijo el duque, 
O no creo a Arturo degradado hasta el punto de 
Fla dignidad de ese modo. 
El que la pierde hasta el punto de casarse con una 
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Perde
	        
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