Full text: Tomo segundo (002)

LOS ANGELES DEL ARROYO 
-—¡Y bien! ¿No es cierto lo que te he dicho?—contestó 
a Elzna. 
—Sí, es cierto, pero eso no se le dice a un hijo, papá. 
Yo no me ofendería, aunque lo sintiera profundamente, 
| que me echases en cara mi dependencia, porque tú, como 
padre, tienes la obligación d2 mantener a una hija hembra 
| hasta que se casa; pero a un hombre, a un hombre qué 
tiene el deber de ganarse la vida, y que si no lo hiace es 
porque no se le ha dado medios para ello... 
—Yo he querido proporciona: le la carrera diplomá:ica, 
y él no ha querido estudiar. 
—Entonces era cuando debiste emplear todo tu rigor 
y no ahora, cuando no tiene remedio, cuando está privar 
do de poder seguir ninguna Carrera y acostumbrado 4 
gastar como hijo que es de gran scñ0r. 
Tú se lo his consentido, le has dado alas para qUé 
gaste y triunfe y derroche, y ahora... 
—Ahora, lo que tal vez intenta hacer es una ver; y nza. 
— Quel ¿Te figuras que piensa casarse con la señora 
Qolfini? 
—Pues a eso tiende... 
—¡Y qué! ¿No es mayor vergíl=nza lo que puede ocU" 
eric? 
—:¡Quél 
—Si'le cierras tu caja, si no tiene recurso alguno: y 
ciegamente quiere llevar a efecto su propósito... 
¡Ya ves! ¡Qué bonita posición! ¡Un hombre sin %” 
cuarto, sostenido por una mujer! ¡El hijo del duqué 
Torremolinas... mantenido por una cómical 
¡Está bien! ¡Nos habremos lucido!
	        
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