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LA HONRA DEL. HOGAR
-—¿Qué pasa? Dí... ¡por Dios! Me muero de ansiedad
-—murmuró Rosaura.
— ¿Cuánto ganaste anoche?
—Treinta y cinco mil francos. ¿Los quieres? Ahí es-
tán, en..
> Ne no. Tengo yo mucho más que tú— la $10 él con '
L- voz muy baja.
/ —¿ Tú?
| —Si; tengo... una fortuna.
—¡Antonio!
—La que deseábamos.
—Pero ¿cómo?... ¿cuánto?
—El cómo... es cosa mía. El cuánto... cincuenta mil
duros.
—¡Oh!
—No grites... Ten cautela.
—¡Antonio! ¡Antonio! ¿Qué has hecho?
—Nuestra fortuna. 0 era éste el fin de nuestra so-
ciedad? a
Sí; pero... ) a a |
—Pues ya está todo terminado. : a
- —¿Y Arturo?
- —¿Arturo? ] S
Hubo un silencio sepuleral.. ls ia
Hubiera podido oirse el latir del corazón de Rosaura. |
Esta insistió:
—Si... Arturo...
—Pues... ha sido «una locura; pero... ¿qué se le va a
p hacer? El excelentísimo señor don Arturo Fonseca, viz:-
] conde de Benadalid, desesperado por la locura de su es-