440 LA HONRA DEL HOGAR
posa, por la desaparición de sus hijos y al parecer por
pérdidas en el juego... ¡ha cometido la locura...!
— ¡Acaba!
—La locura de... suicidarse.
Rosaura, no pudo contener un grito de espanto.
Pero aquel grito casi no llegó a sonar.
La recia mano de Antonio, que sin duda preveía la
sorpresa de su amante, lo ahogó en su boca.
—¡Calla, imprudente!
Pasaron largos minutos en silencio.
Ella, sobrecogida, apelotonada en la butaca, respiraba
- como si gimiese. |
El encendió un cigarrillo.
A la luz de la cerilla, su rostro apareció sontiente,
sereno.
Sólo un ligero rictus cínico de sus labios, daba a su
rostro el sello de la cruel frialdad de alma.
Rosaura, quiso saber...
Interrogó muy bajo, con voz temblorosa:
— Antonio... ¿Es posible? ¿Tú?... ¿Ti?
En las sombras, Antonio la oprimió. violentamente el
- desnudo brazo que casi le rozaba.
—Ha sido una locura —dijo con frialdad acerada — El
señor vizconde posee suficiente caudal para no apurarse
por las ligeras pérdidas en el juego. Así se lo he manifes-
tado al juez. Todos hemos estado conformes en que la