1020 LAURO 1 AURI
—¿ Quieres oírme hablar ahora mismo con don Alvaro Ma-
laespina? ¿Quieres ver como MO se arroja sobre mí? AÁcora-
páñame al teléfono de la tienda.
—;¡Ja, ja, jal... y
—Al teléfono, sí. ¿Tú to has creído que sólo con un tiro se
da muerte a UN hombre? Nada de eso, Juan José. A un hom-
bre se le puede matar de mil formas, y con una de ésas voy A
matar ahora mismo a don Alvaro Malaespina.
Y diciendo esto dejó sobre la mesa la botella que tenía en
una mano y se dirigió a una tienda que estaba muy cerca de
alí.
El “Emperaor” le siguió, riéndose a más no poder de su
heroísmo. Tras él iba el antequerano Moisés.
—¿Qué te parece? Le has picado el amor propio.
—El traguillo que ha bebido es lo que le ha picada en la
cabeza y dado en la boca la fuerza de un león.
Los tres entraron juntos en la tienda.
—¡¿Me hace el favor del teléfono? —inquirió el “Uñas Lar-
gas”. +
Acercóse el vitano al teléfono y marcó un número de cua-
ro cifras, que no era, ni aproximadamente, el de don Alvaro.
“¿Que quién lam 12 ¿No se lo fieura usted, señor Mala-
espina? ¿Que no es usted don Alvaro Malaespina? ¡ Vamos;
ande! Si, señor... Usted es un tío malasangre y su mujer ha
tenido un hijo con otro hombre. Ya está todo dicho.” d
Y el “Unas | argas” apartós lel teléfono, mirando a sue
mieos como si hubiera vealizado una hombrada.
— Tú sab 3 al núm ro que has llamado” Ll preguntó JuaD
José.
an A) de don. Xiva 497
e ¡ÑO, hombreL.Si q ahes cuál es su NDÚMEPO..a
al