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1046 LAURO LAURI 
-¿Que ha ocurrido aquí. esta noc he?—le preg 
romo. 
No lo sé—repuso el interpelado. 
Mercedes no le hizo más preguntas, pero la sospecha de 
aue don Juan Manuel había matado al agente : asaltó su mente. 
Y 
«Jesús mío!-—se dijo. ¿Se manchará mi alma en esta 
caga?” 
Muchas noches, en el silencio de su aleoba, sus pensa- 
mientos la acusaban. 
3 800 UNOS 
es marcharte de esta casa, donde $us dueño 
M 
“De 
iniserables 
Y mue h 
aquella casa, en la que 
sesionaba. 
, más tardar, pasado 
el crimen había 
o, y como si lo adivinasen, Ma- 
nuel y su hijo no se movían de su lado. 
Y aquel hombre, al que amaba con amor espiritual, 
Oy «LA 
acuel niño, al que quería como si lo hubiera llevado en $us 
1 
1 
etenían. 
entrañas, la 
Jesucristo bajó a los ee mioas y no 
“Nom 
manchó su alma. Ahora, que Jesucristo era Dios. 
Y la lucha en su pe sirittu continuaba sin tregua ni des- 
mso. Unos pensamientos la acusaban y otros la defendían 
pensa ¿ 
- ¿No te sabe a sangre el alimento que te llevas a la, 
hoca?—le decían los primeros. ¿No te quema el dinero que 
y ponen. en la mano?” 
Y al momento escuchaba la voz que la defendía: 
4: No te daría pena dejar al coa a, un hombre que no 
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la ermde mas
	        
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