10060 LAURO LAURI
“¡Que no toque a la niña, que soy capaz de matarlel”,
musitaba mientras sus ojos brillaban con extraño fulgor,
Y aquel hombre, que al llegar el ladrón misterioso estaba
lleno de coraje por el acto de Mercedes, en aquel momento se
hubiera dejado matar por defenderla,
Pero el ladrón misterioso tenía la sangre que le hervía en
las venas, y hacía esfuerzos sobrehumanos para no matarla
allí mismo.
“Nunca hubiera creído esto en ella”, murmuró, mientras
se mordía el labio inferior,
—Mercedes—dijo con un acento que heló la ¡sangre de la
abnegada muchacha—, usted no puede permanecer ua día
más en esta casa. Me ha hecho traición,
Mercedes sintió como si en la buca le hubiesen echado un
jarro de agua fría. Don Juan Manuel la arrojaba de su casa
y de seguro que no le permitiría llevarse al niño que ante los
ojos del mundo pasaba por su hijo,
—(Juédese aquí hasta que amanezca—le dijo don Juan Ma-
nuel—. Kn cuanto apunte el nuevo día saldrá de ésta casa,
llevándose sólo su maleta, 5ña
—Y el niño, que es mi hijo—áñadió Mercedes con firmeza,
E] niño no me interesa. Puede usted Hevárselo dondi
quiera. ;
Y arrojando unos billetes encima de la mesa, sé los señaló
a Mercedes.
—Ahí Gene usted lo que le debo y algo más para que man-
tenga al niño,
Mere des sIntióse herida en su amo) PrOp1O, pero no con-
y 1 . . É á y K
testó al ladrón misterioso, que la seguía imitando con ojo
ASEesinmos,
“Me marcharé— tartanudeó—, Al amanecer saldré de aquí
con el niño,