106 LAURO LAURI
-—Nada me ha dicho sobre ese asunto el buen señor—mani-
festó Aracil,
—Es que teme mucho a los ladrones.
-—Bien. Buscaremos en el despacho el guerpo del delito,
mientras Beleño llega con los útiles necesarios para abrir la
caja.
Penetraron en la mencionada habitación. Manrique halló
en un rincón Una gran maleta, en cuyo interior encontraron
numerosas cajas de hojalata y de cartón con polvos multico=
lores y hierbas de diversos aromas.
-——El señor, que es un gran botánico, cura con esto toda clas
de males, Hará un mes curó a una niña atacada de <A
Manuel Aracil sonrió con cierta ironía y miró a la puerta,
por donde acababa de entrar el agente Beleño acompañado de
un joven que vestía un traje azul, de los que usan los mecá-
nicos.
Fiste último traía un soplete para abr la caja de caudales
donde estaba encerrado el reptil,
Acercóse a la caja y empezó a examinarla, pero Aracil le
hizo retirarse.
-¡Quieto, que hay que matar al bicho que está ahí dentro!
E] mecánico se apartó apresuradamente y se retiró 2 la
hahitación contigua, donde se hallaba doña Rosa.
Mientras tanto, el doctor miraba por debajo de la caja de
caudales, que estaba sostenida por cuatro barras de hierro, y
en cuya parte inferior tenía una rejilla para que pudiese res-
pirar el reptil que guardaba el pequeño tesoro.
—Es muy sencillo-—musitó.
Y saliendo del despacho se dirigió a la cocina, no tardando
en hallar uno de esos aparatos llamados inferni illos,
—¿Me hace el favor:de un poto de alco!01?—solicitó de la
dio.
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