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LA LEY DEL AMOR : 1083
Al día siguiente, a eso de las tres de la tarde, salió Jeromo
y a poco regresó con un coche de alquiler, que se detuvo fren-
te a la puerta de la casa. No tardaron en salir doña Blanca y
Manuel. Jeromo les entregó un cestillo que contenía la mex
rienda, consistente en una tortilla, un tonejo en tomate y alu
gunos manjares más, Al salir, Blanca miró con revelo en
torno suyo,
“Nada-—se dijo—, 2% esposo ha debido marcharse nue-
vamente a Antequera.”
——El señor dirá—inquirió el chófer, mirando a Aracil.
—Muy despacio, a Puerta de Hierro—le indicó doñ la Blan-
ca, acomodándose junto a Manuel en los mullidos asientos,
Arrancó el coche y pronto se hallaron bajo los álamos de
la Bombilla.
Doña Blanca miraba a ambos lados del camino: lo mismo
hacía Manuel,
—¿Qué miras, Manolito?-—le preguntó su tía.
—Miro a todas partes y no veo nada que me interese,
miras tú?
—"Toda esa hermosa oli ¡Qué bonita es esta parte de
Madrid! Recuerdo que hace muchos años vine a uno de estos
merenderos.
Y Blanca no pudo por. menos de .añorar span años,
cuando los madrileños bailaban al son de aquella música de
Chueca que tan dentro se metía del alma. “ VADER divino
»”
tesoro! ...
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Muy. pronto se hallaron junto a la típica Puerta de Hierro
SE
Allí descendieron del auto y buscaron la sombra de unog ar-
bolillos.
—¿Quiere usted merendar con nosotros?-— invitó «
ca Nieves al chófer,
a