1110 LAURO LAURI
—¿Y por qué te detienes? Eres un médico sin enfermos, me
dicés que eres Tico... , -
-—Millonario. ¿No te regalé hace ocho días una alhaja
me costó dos mil duros y aún no te la has puesto?
—¿Quieres que'me la vean los gorriones del jardín?
—Quiero vértela yo, que soy el que te la ha regalado. Me
parece que tengo derecho
«AT 1 L d . . .. »
—¡No lo has de tener! ¡Anbora mismo, n1]0 Mio:
Y levantándose de la silla de mimbre salió de la estancia,
no tardando en regresar con un magnífico collar de rín
sobre susescote nacarino.
—Te está muy bien—le dijo don Juán Mírate en el «
peo y verás como no te miento
1 Y 3]
—No-—repuso la balla Josita (
tumbrado a mentir. Puedo creerte en todo,
—¡Josita!
Y el rostro de don Juan se puso más « un
ramo de amapolas.
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¿Qué quería decirle su bella amanto?
Ella no se alteró lo más mínimo y le enseñó
microséÓpico.
-—MiFA. la etiqueta que h: reontrado dentro del estuche.
Aquí dice que el collar ha costado cuñtrenta mil Tú
me has dicho que sólo diez mil.
-—No he querido decirte que valf dinero.
—(Bah! ¿To figuras que iba a reñirte por el derroche? Más
agradecida estoy ahora, que sé su verdadero precio. No' te-
mas que huya con él al saber ae vale tanto dinero.
-—¡Tontería!
Josita miróse nuevamente al. espejo y le pareció que el
collar de rubíes que rodeaba su cuello era una alargada he-
de Albac
rida que le había hecho su esposo con su navaja «
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